"Cuando se tiene un hijo, se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera...
es nuestro cualquier niño, cuando cruza la calle
y un coche lo atropella." Andres Eloy Blanco.
El domingo anterior estuvo en la capilla de la Alta Gracia, en la misa de la mañana, el padre de la muchacha ingeniero, víctima de dos malechores que le dieron un tiro en la cara y le robaron su automóvil. La han traído al Instituto Bascom Palmer, donde los especialistas hacen esfuerzos para salvarle el ojo que fue menos afectado por el balaso.
El Señor Hungría pidió oraciones para que su hija pudiera salvar su ojo.
Ayer domingo ha vuelto, esta vez con su hija, para agradecer las oraciones nuestras. Dice, muy esperanzado, que su hija ha visto un poco de luz. La entera capilla aplaudió la noticia. Creo que, como a mí, a muchos otros, aquí en la capilla de la Alta Gracia, se nos ha disminuido un gran peso que desde el anterior domingo teníamos en el alma.
Durante estos dias he recordado un poema de Miguel Otero Silva donde, precisamente, habla de las emociones que los hijos traen a los padres. Dice, entre otras cosas: "Se aprende a tener miedo".
He vivido la infancia, adolescencia y juventud de Rebeca y Rocío, muerto de miedo. Miedo que creo, todavía no se me ha quitado del todo. Quien dijo esta hermosa frase, Otero Silva, fue en su juventud un hombre de armas tomar. Pero, ahora que es padre, admite que: "Se aprende a tener miedo".
Lo del padre de esta muchacha atropellada, es, por supuesto, algo más que miedo. Aunque él parece que está administrando bien su amarga situación.
Yo he quedado muy impresionado con su presencia.
Y con lo poco que puede hacer uno en este caso. Fue él uno de los parroquianos a quienes deseé "la Paz de Cristo", en el momento en que el sacerdote dijo: "Daos el saludo de paz".
Un abrazo, Tiberio
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