miércoles, 15 de junio de 2016

14 de junio 1959: “Ni un rumor, ni una hazaña secreta, ni un vencido poblado”

14 de junio 1959. Con frecuencia, recordando a mis amigos caídos en esta trágica quijotada, me he preguntado qué otros factores además de los varios que en estas fechas suelen mencionarse coadyuvaron al desastre de tan noble empresa.

Un factor que algunos consideran importante es la edad. No parece que un hombre de más de cuarenta años sea ideal para el tipo de lucha que esos valientes se proponían. Cierto es que Lucas Pichardo tenia sesenta años, Pipí Fernández Mármol, andaba cerca de esa edad, y Virgilio y Silin Mainardy, Felix Servio Figueroa, Tulito Arvelo, Miguelucho Feliú Arseno, pasaban ya de los cuarenta.
Menciono nombres de compañeros de exilio en La Habana. Y entre los mencionados algunos no llegaron a desembarcar pero sí se entrenaron para esa lucha.
Ciertamente, entre los hombres llegados de Venezuela y otros lugares, hubo también alguno que otro de más de cuarenta. Pero la mayoría de los expedicionarios eran jóvenes. Yo, particularmente, no creo que ese fue un factor importante en esa lucha. Además, varios de esos que ya no eran jóvenes eran veteranos de guerras y otras acciones.
Alguno podría alegar algo en cuanto al entrenamiento. Estuvieron en Mil Cumbres desde fines de enero hasta la segunda semana de junio. Tiempo suficiente, no para entrenar tropas especiales. Pero sí suficiente tiempo para un entrenamiento de guerrilleros.
Hubo, según me parece advertir, de parte de los organizadores del desembarco, un conocimiento muy pobre de la realidad dominicana de esos días de junio del 59. Parece no conocían si esas montañas de Constanza estaban suficientemente pobladas y cultivadas. Mucho menos conocían los puntos de vista de la escasa población de la zona.
Otra cosa que supongo pudo ser diferente fueron los desembarcos por la costa norte. Como no se pudieron hacer conjuntamente con el aterrizaje del avión en Constanza, y hubo que hacerlos unos dias después, lo lógico, se me ocurre a mi, hubiera sido cambiar entonces los lugares de desembarco, por si las moscas, como suele decirse. Todavía hoy, yo no entiendo cómo esos lugares con nombres y otras especificaciones, estaban marcados en papeles que cayeron en manos de los militares de Trujillo..
Todavía buscando algunos factores de la derrota de estos héroes, será útil recordar el impacto que tuvo en muchas mentes el aparente paseo triunfal de la guerrilla de Castro sobre el ejército de Batista.
Y, ciertamente, ni hubo paseo triunfal. Ni mucho menos fué la guerrilla de Castro el único importante factor en la derrota de Batista. Pero, antes de la llegada a La Habana de los guerrilleros de Fidel, ya estaba en marcha, con poemas y canciones, la Leyenda de La Sierra Maestra.
Por otra parte, pienso no será muy dificil para muchos, advertir que todo lo anterior son divagaciones de este viejo pimentelense de casi noventa años en la soledad de su apartamento de Allapattah.
En enero de 1959 los vi llegar a la Habana. Venían de Venezuela, de New York, de Puerto Rico y algunos de Europa. VENÍAN A MORIR POR SU PATRIA. (Si José Horacio Rodríguez y Reinaldo Sinjtiago quisieron decir otra cosa en aquella reunión de los primeros días de enero en la imprenta de Pipí Fernández en la calle Monte, lo que yo entendí que ellos dijeron fué eso: que venían a morir por su patria).
Pertenecían a varias generaciones de antitrujillistas. Veteranos de Luperón,y de Cayo Confite. Eran hombres de izquierdas, de derechas, de centros.
Venían de diferentes clases sociales y de diferentes profesiones y oficios.
Y eran muchos. Sí, eran muchos, si tomamos en cuenta la condición especial, única, de cada uno de ellos: hombres libres en una sociedad sojuzgada.
Y mucho perdimos con su ausencia el país y yo. Y tengo la dolorosa impresión que el pueblo dominicano los ha olvidado. Eso al menos me parece a mi.
Cuando yo regresé a Santo Domingo de mi exilio en La Habana, en el año 1963 ( habían pasado solamente cuatro años desde Junio 14 del 59). Nadie se acercó a mi con una pregunta sobre Cuco Peña o Manolo Lorenzo Carrasco o Felipe Maduro Sanabia, o cualquier otro de esos valientes con quienes yo conviví casi diez años en La Habana. Comprendo que en esos días de agosto del ’63 había otras preocupaciones quizas mas importantes. Es posible que así sea. Nadie hablaba del tema.
Yo, hubiera agradecido entonces hasta una pregunta capciosa o intencionadamente ofensiva, que nadie me hizo. ¿Y por qué, carajo, usted no vino con esos muchachos?
“Y que toda victoria tiene melancolía.
Taciturno perfil de mariposa inquieta.
Justa gloria aunque no hayan ruidos sobre el tejado.
Ni crucen en las horas solas de lejanía,
Ni un rumor, ni una azaña secreta, ni un vencido poblado.”
Un abrazo,
José Tiberio Castellanos

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