Aclaremos desde el principio que no siempre son contrarios el deber y el placer. Y también digamos que hay diferentes clases de placeres. Para ejemplificar esto último, dígame si cualquiera no aprecia la diferencia entre la "gozadera" de un evento con cierta "música popular" (no toda la música popular es perversa) y el placer de escuchar, digamos en una sala de música, El Concierto de Aranjuez. Con frecuencia, en estas "gozaderas" se producen incidentes con feas consecuencias.
Bueno, alguno podrá decir que confundo estas diferencias de placeres, con lo que es propiamente un asunto generacional. Y, éste que así dice, tendrá en parte la razón. Pero, sigamos, que lo ya dicho no es lo mas importante.
Quiero proponer aquí el concepto de disciplina, o mejor dicho autodisciplina. Digamos algo que ya todo el mundo conoce: Los grandes hombres, los trinfadores en las artes, las ciencias, los negocios y hasta en la política, se trazaron y cumplieron una disciplina. Pablo de Tarso, después de mucho andar por el Asia Menor llegó a Grecia. En Atenas, observó a los atletas que se entrenaban para las Olimpíadas. No sabemos si Pablo llegó a presenciar esos eventos. Lo que si sabemos es que observó, y muy detenidamente, a los atletas en su entrenamiento y "descubrió" que todos tenían una disciplina inspirada en su deseo de ganar una corona. Todos sabemos que esa disciplina tiene que ver, principalmente, con la buena administracion del entrenamiento físico, el descanso, las horas de sueño, la dieta alimenticia y la vida sexual.
Pablo sugiere para los cristianos, una disciplina parecida a ésta a para ganar "una corona que no se marchita".
Digo entonces que en el manejo de toda disciplina encontraremos siempre enfrentados, como en una curiosa lucha libre, el deber y el placer.
Con frecuencia vemos en la TV, como un chiste, la lucha de alguno cuando suena el despertador. Cuando la mañana esta muy fresca, es un verdadero placer quedarse en la cama. Pero, entonces el deber nos dice que hay que levantarse para llegar temprano a nuestro trabajo.
Y podríamos decir lo mismo en la mesa. La mayoría de nosotros tenemos muy buen apetito. Tras el apetito está el placer de comer. Controlar a tiempo ese placer, es parte de una muy útil disciplina.
Y, pongo estos dos ejemplos, pues las gentes con quienes trato (no pertenezco a ningún club de ejecutivos), hispanos en su gran mayoría, casi siempre llegan tarde a donde asisten y casi todos tienen sobrepeso.
Por supuesto, no pretento yo ahora que soy viejo, insistir, ni siquiera para la minoria cristiana, en una vida ascética.
Eso sería hoy bastante dificil con tantos celulares y tantos "macroways". Solo pretendo distinguir las voces de esas dos hermosas y opuestas sirenas que en nuestro diario navejar nos inducen a seguir en una u otra dirección.
Un abrazo, Tiberio
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