lunes, 17 de enero de 2011

Todas las pequeñas cosas que se viven día tras día.

De eso hablaba aquel bolero de Vicente Garrido que tan bellamente cantaba Fernando Albuerne, long time ago (lo pueden encontrar, el bolero, en www.youtube.com). El poeta compositor echaba de menos, en esas pequeñas cosas de cada día, la presencia de aquella de quien, a pesar de si mismo, se estaba olvidando (no estoy seguro si este bolero es contemporáneo de aquella otra canción mejicana: "La que se fué").

Yo estoy tratando de contrastar, lo que cabe como filosofia en esta letra de Vicente Garrido y lo que León Felipe quiere vendernos como su filosofía: "romero, siempre romero". "Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo. Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero".

Ciertamente, que la vida de este poeta fué algo así. Y si bien es cierto que, literalmente, no anduvo de romería en romería, su vida fué muy diversa. Anduvo muchos caminos, que dijera otro poeta.

Creo no obstante, que no hay contradicción entre lo dicho por uno y otro artista. Porque si bien el español nos advierte contra la rutina: "para que nunca recemos como el sacristán los rezos", no está, precisamente, hablando de rutina, el mejicano, cuando menciona (con tan agradable ritmo) "todas las pequeñas cosas que se viven dia tras día". El no lo dice, ni yo tampoco.

Y yo entiendo, que estas pequeñas cosas: el olor del café mañanero y la taza de este mismo café; el aletear de palomas y gorriones que vienen al arroz que la vecina Raquel riega en su puerta; los buenos dias a la trabajadora que espera la guagua; El bello sol que asoma tras ese feo edificio, mientras yo camino la mañana; el viaje al supermercado; la basura; la olla de presión; el teléfono; la computadora. Eso y lo demás, todo lo demás que componen el cada día, con un poco de coraje, pueden llenarse, un día y otro día... de verdad... de amor... de vida... basta para ello un poquito de coraje. Que es lo mismo que decir un poquito de pasión. Que ambos son gemelos. Y en mí caso, proceden de la misma fé en "el Dios que alegra mi juventud".

Un abrazo,  Tiberio Castellanos

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